SE ACERCA VUESTRA LIBERACION
Un día, hace ya mucho, mucho tiempo, tanto años como llevan los hombres y
mujeres sobre la tierra, Adán y Eva dijeron que se separaban de Dios y le
dieron la espalda; empezando a caminar por otros caminos, no por los caminos
que él quería y había elegido para ellos y para toda la Humanidad. Pero Dios,
en su paciencia infinita, aunque se entristeció y se quedó apenado, prometió
visitarles y seguir siendo su amigo. Así es el corazón de Dios: todo amor, lleno de compasión y de
misericordia.
Los pastores, las
gentes sencillas, buenas y pobres, le reconocieron y se hicieron muy amigos de
Él, y comenzaron a seguirle y a vivir como Él decía. El gozo y la alegría
nacieron en el mundo y para el mundo. Una nueva era comenzaba, el Salvado, el
Rey del Universo había plantado su tienda entre nosotros y había asumido
nuestra propia carne, haciéndose uno de los nuestros. El gozo y la alegría
inundaban los corazones y la tierra entera.
Desde ese momento,
cada vez que se acerca la Navidad, muchos hombres y mujeres, de todos los
rincones de la tierra, razas y culturas, vuelven a ponerse en camino hacia Dios
y abren el corazón a su venida, a su encarnación. Porque el Dios que se encarnó
en el tiempo, se sigue encarnando, hoy, y ahora, en tu propio corazón, en la
historia que nos toca vivir.
Nosotros,
cristianos, en este tiempo de Adviento queremos escuchar la Palabra de Dios,
cantar, alabar, suplicarle y darle gracias; porque también queremos disponernos a seguir el camino de
Jesús, a ser sus amigos. Y sobre todo queremos que Jesús nazca en nuestro
corazón.
Adviento, tiempo de
espera y esperanza; tiempo de gracia, tiempo de vivir en vela y oración,
para poder escuchar a Aquel que viene y llama a mi puerta, a la puerta de mi
corazón. Realmente, cuando llame, ¿la encontrará completamente abierta? ¿Podre
ofrecerle un hogar donde se sienta a gusto, como en su propia morada?
¡Ven, Señor Jesús!
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